Los Misioneros de la Parroquia Virgen de las Peñas han salido a bendecir los hogares de su sector.
El sábado salimos, luego del envío guiado por nuestra coordinadora de la misión; Carmen, quien nos reunió para orar y pedir a nuestro Señor que nos llenara de su gracia para ir al encuentro de nuestros hermanos en sus casas.
Preparados con la Palabra, nuestros altares, manteles, velas, agua bendita, flores y el corazón dispuesto para lo que Él espera de nosotros…
En nuestro caminar, buscamos los hogares que aceptaron ser visitados para la bendición. La primera vez golpeamos puertas que no se abrieron; quizás porque no estaban, o estaban ocupados y no nos pudieron recibir…pero estábamos muy motivados y nada aplacaba este entusiasmo de poder cumplir con lo que nos habían pedido. Luego las casas empezaron a abrirse y hemos vivido un momento de amor, en cada lugar que se nos recibió. Decidimos, el grupo de misioneros, de estar juntos y no separarnos. La verdad que esta decisión ha sido un acierto, pues no éramos muchos y el estar juntos nos dio la fortaleza y todo salio muy bien porque, esta unidad en Jesús irradia el amor que sentimos y que compartimos con nuestros hermanos. Este sentimiento se vivió cada vez que bendecimos una familia en el nombre de Nuestro Señor.
Agradecidas por esta bendición de amor llegamos al templo a dar gracias por la experiencia que nos permitió vivir, porque sin duda es única. Ya hemos salido otras veces, pero siempre es como la primera vez…
El sábado salimos, luego del envío guiado por nuestra coordinadora de la misión; Carmen, quien nos reunió para orar y pedir a nuestro Señor que nos llenara de su gracia para ir al encuentro de nuestros hermanos en sus casas.
Preparados con la Palabra, nuestros altares, manteles, velas, agua bendita, flores y el corazón dispuesto para lo que Él espera de nosotros…
En nuestro caminar, buscamos los hogares que aceptaron ser visitados para la bendición. La primera vez golpeamos puertas que no se abrieron; quizás porque no estaban, o estaban ocupados y no nos pudieron recibir…pero estábamos muy motivados y nada aplacaba este entusiasmo de poder cumplir con lo que nos habían pedido. Luego las casas empezaron a abrirse y hemos vivido un momento de amor, en cada lugar que se nos recibió. Decidimos, el grupo de misioneros, de estar juntos y no separarnos. La verdad que esta decisión ha sido un acierto, pues no éramos muchos y el estar juntos nos dio la fortaleza y todo salio muy bien porque, esta unidad en Jesús irradia el amor que sentimos y que compartimos con nuestros hermanos. Este sentimiento se vivió cada vez que bendecimos una familia en el nombre de Nuestro Señor.
Agradecidas por esta bendición de amor llegamos al templo a dar gracias por la experiencia que nos permitió vivir, porque sin duda es única. Ya hemos salido otras veces, pero siempre es como la primera vez…
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